De la Ciudad de México, son unos 550 kms. hacia el oeste, el clima va cambiando, la vegetación pasa de las coníferas de los bosques de la Marquesa y Monte de las Cruces, a los sauces llorones de Lerma, los grandes campos de cultivo son verdes planicias, con las montañas al fondo del Valle de Toluca, que ostentan en el Xinantecatl (o el nevado de Toluca) cerca de 4,800 metros.
Uno sigue hacia el donde marcha el sol, la tierra de es color café intensa, casi negra, esos bosques resguardan el paso de la mariposa monarca durante el invierno en su peregrinar desde el Canadá, y la altitud comienza a disminuir, y empieza a sentirse un clima templado, y a la margen derecha de la carretera, como un espejo donde se reflejan las nubes, el lago de Cuitzeo da la bienvenida a tierras purepechas, con su voz de agua enmarca de manera perfecta el devenir de las garzas blancas, y uno sigue avanzando y los cerros verdes se pierden en el cielo azul, y la nubes devoran al agua.
La tierra comienza a tornarse café suave, como barro cocido, la flora ya es mas de tierra caliente, sin llegar al trópico, que se vislumbra en el camino hacia la costa del pacífico. Me imagino que las jacarandas de abril/marzo han de iluminar el paisaje con sus flores lilas.
Sin anunciarse, la tierra comienza a tornarse de otro color, ahora es roja, pero no rojo oxido, es un rojo que me llama la atención, las planicies quedaron atrás, y si bien, no son serranías, la tierra se ondula y canta, y de ellas se divisan líneas en de color azul verde, alineados salen picos de la tierra, frutos de no mas de 8 o 9 años que tardan en dar miel; el agave azul es el anuncio de lo que esta noble tierra produce, campos azules en Los Altos, campos de tierra roja que hacer germinar en el corazón de un agave un néctar que identifica a mi tierra, en lo cerros arboles de baja estatura, huizaches, mezquites, nopaleras, y pequeños estanques de agua donde se refleja el cielo rojo y naranja de sus atardeceres mientras uno respira la inmensidad.
Pero el fruto mas valioso de esta tierra son sus hombres y mujeres, herederos de un gran legado, de tradiciones y cosmovisión particular, que cantan y bailan con el tequila, que portan con orgullo su herencia.
He caminado por muchas tierras, pero esa, la del agave azul, la de los atardeceres de inmensidad, me hacen sentir lo que es el hogar.
3 comentarios:
.. lo narraste super padre dan ganas de ver ese atardecer.
saluditos!
¡¡Como amas tu país¡¡tenes un enorme talento para describir,los colores, los detalles¡¡si hasta siento el olor¡¡ de esas inolvidables tortillas y del posole ¡¡por supuesto¡¡un beso desde este gelido lugar Gaby
me hiciste sentir alegria repentina, pisar la tierra, ver el cielo azul. el color azul del agave y sus sabor inconfundile que raspa la garganta
saludos a tric
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