martes, 6 de noviembre de 2007

Real de Catorce


Aprovechando el puente del día de muertos, me lancé al pueblo mágico de Real de Catorce en el Estado de San Luis Potosí. Real está en el norte del Estado, muy cerca de Matehuala en la carretera que lleva a Monterrey, desde mi casa fueron unos 630 km.

El esplendor de este pueblo minero se da a finales del siglo XVIII y sobretodo el XIX, decayendo en el XX por la revolución y las nuevas tecnologías para extraer plata de empresas extranjeras y el agotamiento de las vetas de los metales preciosos.

Real es una puerta de entrada al mundo Huichol, pues el desierto de Wirikuta es la tierra sagrada de este grupo ancestral, es común encontrar huicholes en el poblado y la simbiosis de sus tradiciones se mezclan sincréticamente con las de los mestizos; como por ejemplo la devoción a "el Panchito de 14" una imagen de San Francisco de Asís que es muy popular y milagroso, y que es venerado en el templo de la Purísima Concepción en Real.

Nosotros llevamos tienda de campaña y el equipo de trotamundos, (backpack, linternas, ropa para el frío, sleepings térmicos, etc etc) y acampamos en el antiguo ruedo de la plaza de toros que está muy cerca de la Capilla de Guadalupe adjunto al cementerio, la vista increíble pues estábamos en la esquina del valle enclavado en las montañas donde esta Real, y se veía a lo lejos el gran valle ceremonial de Wirikuta.

Real es un pueblo fantasma, sus grandes casas y edificaciones virreinales están abandonadas, sus calles son tan empinadas que mi coche dió una prueba heroica y lo mas recomendable son los caballos, hay muchas casas e inmuebles calléndose, la mina esta cerrada cuando uno camina unos 5 minutos entre la oscuridad guiado por las linternas, las gorditas de chicharon prensado son la gloria, y para entrar a este poblado uno tiene que subir zigzagenado los cerros hasta llegar al "cierro" (el lugar donde se junta el cielo con el cerro), y cuando parece que uno va a chocar con el cerro se abre un túnel llamado Ogarro, en el cual solo cabe un vehículo por sentido así que se deben de coordinar los dos extremos para evitar accidentes, el chiste es que este túnel de 2 k.m. al terminar lo transporta a uno a un pueblo fantasma, lo lleva a un lugar mágico, extraño, atorado en tiempo y espacio.

Por la noche en nuestro campamento, hicimos una fogata y empezó a llegar la gente, no puedo decir con exactitud cuanta, pero pasamos de ser 4 a mas de 15 en algún momento, todos alrededor del fuego, como en los tiempos mas antiguos.... hasta al amanecer, hasta el momento en que la neblina y rocío de la serranía deja el paso a los rayos del sol y la gran bóveda celeste que esas noches nos cobijo con un sin fin de estrellas y la vía láctea como marco de muchas estrellas fugaces se torno en azul intenso.

A las 11 del día empezamos a recoger el campamento.... había que regresar a la ciudad, pero esos días que en aprendizaje y plenitud quedaron como invitación a regresar a mi vieja pasión; andar de mochilazo de nuevo por México.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De lujo tu experiencia..buen escritor..y dime...que me cuentas de la iniciación...del peyote...del "niño" pudiste verlo..? hay misterio o solo tu psique liberandose en el epacio y desdoblandose cuando estas hasta la M de la porqueria en la que cotidianamente vives...quiero decir...vivo..
gracis brother..ya te contare la mia..

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