jueves, 5 de junio de 2008

La experiencia no verbal del arte

Muchas veces hemos visto obras de arte que no comprendemos, líneas y manchas de colores que poco nos dicen de lo que el pintor intentaba expresar, y que en la mayoría de los casos, parecen carecer de sentido y valor estético.

El hombre actual, acostumbrado a lidiar a cada instante de su existencia con imágenes, somos lanzados a un mundo de símbolos y mensajes que nos quieren decir algo unívoco, que nos intentan vender un producto o una idea, que anhelan codificar nuestra percepción a lo que la imagen nos conduce y provoca.

La pintura había sido durante siglos, un medio de transmisión de conceptos, ideas y valores no solo estéticos sino sociales e incluso morales, manteniendo un discurso univoco por parte del artista hacia el espectador; es decir, el pintor transmitía una idea clara y precisa de lo que quería comunicar, como si le dijese al espectador que lo que ve en realidad si es lo que es, dejando poco espacio no solo la libre interpretación, si no al diálogo que se puede plantear entre la obra del creador con el espectador.

Al manejar un lenguaje codificado unívoco, el espectador siempre vera a la obra de arte con el mismo juicio, no le transmitirá nada mas allá de lo que en ella se refleja, así igual le sucederá a todos aquellos que la aprecien, sin distinción de tiempo y espacio durante toda la existencia de la obra, la cual siempre significará lo mismo.

En el caso concreto de la corriente artística denominada Surrealismo – Expresionismo, la búsqueda estética se puntualiza en romper con el arte del pasado y crear un arte abstracto sin técnicas o motivos convencionales, esta rama de la pintura de ruptura estadounidense del siglo XX, tiene en la “Escuela de Nueva York” conformada entre otros por Pollock, de Kooning, Gottlieb, Motherwell, Newman y Rothko a su principales exponentes, sin que estos compartan de manera específica trazos o conceptos sobre sus obras, pero si coinciden en el animo de “transmitir emociones al espectador”.

Mark Rothko sin duda revoluciona al arte abstracto, nacido en Dvinsk, Rusia (hoy Lituania) en 1903, (nacionalizado mas tarde estadounidense en 1938) hijo de Jacob Rothkovich, un farmacéutico judío que debido a la olas de intolerancia religiosa de la Rusia Zarista, decide emigrar a los Estados Unidos para mejorar la calidad de vida de su familia, la cual lo sigue en el año de 1913 asentándose en Portland, Oregon.

En esos primero años, la educación de “Marcus Rothkovich” fue de observancia estricta y religiosa, y su intelecto le permitió sobresalir en la escuela local al tiempo que se enfatizaba su gusto por la música, aprendiendo tocar de “oído” el piano y la mandolina. Al terminar los estudios de bachiller con altas notas, le otorgan una beca para estudiar en la Universidad de Yale, la cual le retiran (no por cuestiones académicas) al paso de dos años orillándolo a abandonar sus estudios universitarios. Un dato curioso es que la misma universidad le otorgo 46 años después el título de Doctor Honoris Causa en Bellas Artes.

En 1923 a los 20 años, llega a la ciudad de Nueva York, alojándose en el Upper West Side de Manhattan y conoce a la Liga de Estudiantes de Arte, se incorpora a la New York School of Desing, y comienza a dotar de técnica su obra autodidacta, a los 25 años expone por primera vez en un montaje colectivo, y para 1933 tiene su primera exposición en solitario en Portlan; meses después expone solo la meca del arte moderno de su época: Nueva York. Para 1938 modifica su nombre, acortándolo y comienza a firmar como Mark Rothko y en 1945 expone solo en la galería Guggenheim de Manhattan.

Rothko nunca definió su obra; mas él decía que “el arte abstracto debe de contener la relación entre la obra y el espectador” y que “…la experiencia del espectador vaya mas allá de la expresión verbal, ….si se explicase, esto sería un acto de censura entre la relación de la obra de arte y quién la admira…”. Es por eso que debe de existir una “consumación” o entrega total, entre la obra artística y el espectador, ya que la apreciación del arte esta casado a la mente e ideas del espectador y en el arte como en el matrimonio, la falta de consumación es una causal de nulidad.

La visión de Rothko sobre la pintura, es dotarla de la “emoción” de la música, volverse color, saturarse del color. En pocas palabras, buscaba con sus obras de grandes formatos (que rondaban desde los 2 mts x 1.5 mts hasta los murales de grandes dimensiones) abrazar al espectador, arropándolo de colores que consumaran el momento del “dialogo” estético entre la obra (ya no el artista, ni lo que él reflejo en la obra al crearla) y el espectador, logrando que cada vez que uno se acerque a apreciar el cuadro, este sea distinto, desconocido, asimilable como por primera vez, emocional según el estado de animo del que lo ve.

El llegar y plantarse enfrente de un cuadro de Rothko es una experiencia de dialogo, entre uno mismo, entre el óleo y el que lo ve, entre las múltiples capas de colores que están sobrepuestas y enterradas en lo profundo del lienzo y que solo in situ se pueden apreciar. Es dejar de analizar las pinceladas y las motivaciones del arte, es sentir el arte, emocionarse por la gama de colores que se escurren y se alinean para dialogar.

Es poder ver mas allá y comprender sin entender al arte que se expresa sin conceptos, pero si con bastantes sentimientos.

1 comentario:

Jo dijo...

oye algo esta pasando...

mmmm.....



bueno, rothko siple y sencillamente lo amo, el es muy contenido pero evoca, ademas de autodidactica, solia emplear esos espacios grandes
con la intencion de sumergir al espectador en esa experiencia cromatica el decia que esos cuadros grandes provocaban esa transaccion inmediata de meterte al cuadro, est es otro de mis favoritos... creo que por decir esas cosas luego dicen que soy rara...

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