Día de la Independencia.

27 de Septiembre de 1821.

Tras haber firmado el 25 de agosto de ese año en la ciudad de Córdoba Veracrúz el tratado mediante el cual el último Capitán General y Jefe Político Superior de la Nueva España Don Juan de O´Donojú reconoció la independencia de la América Septentrional Mexicana de todo dominio o vasallaje a la Corona Española, se vivían días de esperanza y asombro.

Brillaban por doquier colores trigarates de nuestra bandera, que se usaron por primera vez el 24 de febrero de ese año en la villa de Iguala, en la sierra del sur, significando el verde plena independencia, el blanco la fe de la religión y el rojo la unión de todos los habitantes de estas tierras: mestizos, criollos, peninsulares, indios, zambos y demás castas fusionados en lo que ahora seríamos los mexicanos. (mezcla disimbola, surrealistas por su amalgama, argamasa de lo diferente)

Los colores y el júbilo adornaban los balcones y las calles de la capital de la aun Nueva España, ciudad que tomó su nombre de su apelativo primigenio: Mexhico-Tenochtitlan, recibiendo en fiesta las columnas del ejercito de las tres garantía, siendo las primeras las que venía dirigidas por el libertador; el que logro en un año lo que no se pudo en diez de guerra, el que con la pluma y la palabra logró unificar a los distintos en un sueño colectivo llamado México. El que sumo para que terminará la guerra fratricida del odio y la descalificación del que disiente o ve al mundo de una manera diferente y se lograra detener la guerra y comenzar a construir un plan político de un Estado de mas de 5 millones de kilómetros cuadrados.

Don Agustín de Iturbide y Aramburu; criollo michoacano, el "Dragón de Fierro", el vapuleado de la historia oficial, el que vio que México estaba llamado en ser grande, el que logró lo que nadie más en la América española: unificar en una sola entidad jurídico política a diversas audiencias, capitanías generales, territorios interiores, autónomos entre sí, pero que sus habitantes se decidieron en constituir lo que fue el Imperio Mexicano de 1822 - 1823. El que le dió razón y colores a la bandera y reincorporó el aguila del mito de Aztlán mexica como escudo nacional, haciendo lo que pocos antes que él, ver en nuestro pasado indígena un elemento característico y sumamente rico de la mexicanidad; él que se cegó y se nombró emperador y no avizoró el daño que le haría a este nuevo proyecto por decisiones que tomó; el que como hombre de buena voluntad prefirió el auto exilio a abonar en fragmentar a la Patria y al regresar y ser acusado de traición, recibió con alta dignidad la fechoría de su legal asesinato en Padilla Tamaulipas el 19 de julio de 1824, rogando que su sangre sirviera para fortalecer a la nueva Nación.

Ese 27 de septiembre de 1821, al cumplir 38 años Agustín de Iturbide le dió a los habitantes de estas tierras una razón para soñar alto, de sentirse orgullosos, para unirse a pesar de las diferencias y velar por un bien superior y compartido por la mayoría: un espacio donde se pudiera desarrollar todo ser humano en su perfección y dignidad, donde existieran las condiciones públicas y sociales necesarias para la plenitud de cada mujer y hombre en bien común.

Ese día nació lo que hoy es México. Ya no pueblos prehispanicos, ya no Nueva España, ahora para el mundo y la historia nacería un concepto, una abstracción de carne y hueso, con millones de historias unas de gloria y otras de desventura, donde compartiríamos el cielo y la tierra infinidad de almas. En donde nací. De donde yo soy.

Hoy recuero a Iturbide "El Libertador" con las frases de su célebre arenga que lanzó desde lo que hoy se conoce como el Palacio Nacional en la plaza del Zócalo aquel fasto 27 de septiembre de 1821 y que ahora tienen más vigencia que nunca:

"Mexicanos, ya sabéis el modo de ser libres,
a vosotros os corresponde el señalar el de ser felices"

Quién borrara tu nombre de la historia:
borraría de la enseña los colores.
L.Z.