lunes, 8 de marzo de 2010

Doctor moderno.

“Doctor moderno”; así se refirió hacía mi un buen amigo de Bogotá, y fue por un comentario que hice tras considerarme ser una persona con una "programación" moderna, en un mundo cada vez más posmoderno.

Me explico. La modernidad nos trajo entre otras cosas, una serie conceptos y valores que justificaron muchas cosas. Cosas positivas y también negativas. Verdades con mayúscula. Puntos de vista inobjetables. Certidumbres para dormir tranquilos. Causas para vivir.

El Estado, La Iglesia, El Partido, El Sindicato, La Familia, La Sociedad Civil, La Universidad y tantas otras instituciones o corporaciones que hoy están en crisis, no son per se malas o buenas, me atrevería decir que son necesarias y entendibles en su tiempo y espacio propio. Actualmente ya no sabemos ni cómo definir a cada una de ellas, tenemos grandes dudas sobre la otrora inefabilidad de los postulados y discursos que antes convencían. Hay un gran vacío de legitimidad y de liderazgo confiable y positivo en ellas.

El Estado que cada vez se ve más pequeño frente a los poderes fácticos de las empresas y el capital; una Iglesia Católica que tiene que dar un precedente lo suficientemente fuerte y esclarecedor sobre los cada vez más frecuentes casos de perversión de sus pastores, los Partidos Políticos que con tal de mantener el poder real para su gremio han caído en los supuestos más inverosímiles y kafkianos; los Sindicatos que ahora defienden a capa y espada a sus líderes a pesar de la notoria corrupción y desigualdad entre estos y sus “camaradas” y de las magras conquistas sociales en beneficio de la clase desprotegida; la Familia que ahora está a debate hasta la medula de dudar sobre su misma composición. hombre + mujer = hijos / hombre + hombre = hijos / mujer + mujer = hijo / (¿¿¿hijos???); la Sociedad Civil que cada vez se hace más egoísta y sucumbe ante las redes sociales hedonistas y caprichosas que nos permiten estar on line u off line al mismo tiempo según a con quién se quiera interactuar y en la que se puede voltear la vista al otro lado del mundo mientras su realidad inmediata le urge al individuo actuar más allá del mundo virtual, La Universidad que en muchos casos parece un kindergarten para adultos, clubes sociales en los cuales se cumplen formalismos para que después de cierto periodo de tiempo y del pago de colegiaturas cada vez más onerosas se expida un titulo que legitime la entrada al mundo profesional y a la mecanización de tareas en beneficio de la empresa o el centro de trabajo, en lugar de generar pensamiento universal y al servicio integral de la colectividad.

Nuestro actual entramado institucional es el de la modernidad, tratando de recrear o por lo menos materializar instituciones o figuras que se pensaron idóneas hace 200 años, (como La República, La Soberanía Popular, La Democracia Representativa, La Lucha de Clases, La Militancia Dogmática) en un medio social e histórico que esta desencantado de las Verdades con Mayúscula. Parece que le queremos hacerle más caso al discurso que a la realidad.

Ayer platicando con una gran amiga, comentábamos sobre el hecho de que la persona, (sí, en singular) cedió (cedimos) la responsabilidad y la regulación propia a esas instituciones. Es decir, nuestra ética personal y apego a lo que nos hace ser mejores en cuanto a la propia autorrealización, se codificó en una escala jerárquica de valores externos, que si bien no son de suyo malos (por ejemplo el sentido estricto del cristianismo o de la democracia) al estar afuera de nuestra razón y voluntad, y al no integrarlo de manera coherente entre la idea y la practica por convicción, se asemeja al incapaz o menor de edad que necesita que un mayor o una autoridad le diga que hacer y que no. Y que al llegar a un vacio de legitimidad de esas instituciones humanas que eran referente, todo es permisible y negociable.

Pero, no paramos en considerar que la crisis de las instituciones parte de la crisis de las personas, pues son ellas las que le dan contenido a estas.

Me imagino que un narcotraficante/político o emrpesario corrupto/asesino/violador/lo que sea, no surge por generación espontanea y ni que de suyo el ser humano nazca coaccionado a ser maligno. Más bien, creo que el ambiente y la realidad de falta de opciones de una vida digna, con desarrollo y en paz es lo que hace que cada vez se multipliquen más estos patrones de personas que no le dan valor a casi nada más que al poder y al dinero.

Mi amiga me decía que en los últimos meses ha conocido cada vez más personas con mayor conciencia, gente preocupada y ocupada en manejar mejor en medio del trafico desquiciante, conservar el medio ambiente, buscar un crecimiento interior en lugar del exterior y demás actitudes que reflejan una preocupación por la terrible situación de la pésima calidad de vida que llevamos.

No sé como tomar esta afirmación en medio de un mundo cada vez más violento, como algo esperanzador o como una burbuja mágica en medio del desierto.

Me gustaría pensar que cada vez intentamos haber más personas que en verdad queremos un cambio real y de fondo en esas instituciones que en algún momento (no sé si en verdad alguna de ellas llegó a materializar las bondades que su definición teórica proclamaba) se viva la coherencia entre el tránsito y la finalidad que en teoría buscan, y creo todas ellas tienen una finalidad similar: el bien común.

Y que se entiende por el bien común. Pues al espacio o las condiciones básicas en las que una persona puede desarrollarse en dignidad y calidad de vida.

Y para lograr que esos entramados y construcciones modernas se acerquen a ese fin, es un requisito que las personas que las conformamos, aceptemos que estamos en un momento de transición, en el cual se deje el discurso moderno lleno de correcciones y retazos de una mezcla heterogénea de parches, para pasar al discurso limpio y honesto, de partir sin miedo a decir las cosas como son y de las realidades que nos afligen como humanidad (la verdad en minúscula) y empezar a caminar hacia un estadio en el cual se beneficie la mayoría, pues el bienestar general es promocionalmente el propio.

El mismo planeta nos está diciendo esto a cada momento: placas de hielo dos veces más grandes que el Distrito Federal desprendidas de los cascos polares, terremotos terribles, nevadas históricas, calentamiento global, lluvias e inundaciones; en pocas palabras, si no empezamos a actuar en conciencia en el ámbito propio, en lo personal y pequeño, coherentemente con los fines deseados dentro de las instituciones a las que formamos parte, no será el fin de las instituciones modernas, será el fin violento de la civilización como actualmente la conocemos.

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